Wi‑Fi 8 puede sonar a ciencia ficción, pero ya ha empezado a tomar forma. Aunque todavía quedan varios años para que esta nueva generación de conectividad inalámbrica se convierta en una realidad tangible para usuarios y fabricantes, los engranajes ya están en marcha. Y lo que se anticipa no es solo una mejora incremental respecto a Wi‑Fi 7, sino una evolución estructural pensada para los entornos conectados del mañana: más inteligentes, más exigentes y más saturados de dispositivos simultáneos.
El futuro estándar IEEE 802.11bn, base técnica de Wi‑Fi 8, se encuentra en sus primeras fases de desarrollo, con una hoja de ruta que apunta a su estandarización en torno a 2028. El enfoque esta vez cambia radicalmente: lejos de priorizar la velocidad máxima teórica, como ocurrió con Wi‑Fi 6 y Wi‑Fi 7, los objetivos clave giran en torno a la estabilidad, la latencia reducida y la eficiencia espectral. Qualcomm, que ya colabora activamente en su definición, ha adelantado algunas métricas: se espera un 25 % más de throughput real en condiciones de uso típicas, una reducción del 25 % en la latencia pico y una disminución similar en la pérdida de paquetes durante el roaming entre puntos de acceso.
Y es que el roaming es precisamente uno de los grandes retos que pretende abordar Wi‑Fi 8. En la actualidad, aunque las redes permiten cierta movilidad entre puntos de acceso, la experiencia no siempre es fluida, especialmente en espacios grandes o en movimiento. Wi‑Fi 8 buscará eliminar ese tipo de interrupciones, ofreciendo un traspaso continuo, transparente y sin caídas perceptibles para el usuario. Este avance será especialmente importante para aplicaciones críticas como la realidad aumentada, los juegos en la nube o las videollamadas empresariales en movimiento.
Otra de las grandes apuestas del estándar es la coordinación activa entre puntos de acceso, lo que permitirá una gestión dinámica y cooperativa del entorno inalámbrico. Es decir, los routers y repetidores dejarán de actuar como nodos independientes y pasarán a formar una malla inteligente que distribuirá los recursos de red según la densidad de dispositivos, la demanda y las condiciones de la señal. Este modelo permitirá optimizar el uso del espectro y reducir las interferencias, dos problemas que se agravan a medida que aumenta el número de dispositivos conectados en un mismo entorno.
Aunque Wi‑Fi 8 no incrementará el ancho de banda máximo frente a Wi‑Fi 7 (que ya alcanza los 46 Gbps en condiciones ideales), sí introducirá mejoras cruciales en la forma en que ese ancho de banda se utiliza. El uso de MIMO masivo, una evolución del actual sistema de múltiples antenas, permitirá servir a más dispositivos en paralelo sin comprometer la calidad del enlace. A su vez, se espera una integración más eficiente con otras tecnologías inalámbricas, como Bluetooth y las redes móviles 5G y 6G, mediante técnicas avanzadas de coexistencia y gestión del espectro compartido.
En paralelo, uno de los focos será la eficiencia energética. A medida que proliferan los sensores y dispositivos del Internet de las Cosas, muchos de ellos alimentados por batería o incluso por recolección de energía ambiental, se vuelve esencial que las redes inalámbricas consuman menos. Wi‑Fi 8 incluirá nuevas técnicas para reducir el uso de energía, permitiendo que los dispositivos permanezcan más tiempo en estados de bajo consumo sin perder conectividad ni capacidad de respuesta.
Todo esto no implica, por supuesto, que Wi‑Fi 7 esté ya en vías de obsolescencia. Más bien al contrario: la coexistencia de generaciones anteriores y futuras es parte del diseño modular del ecosistema Wi‑Fi. Wi‑Fi 8 no sustituirá de inmediato a su predecesor, pero sí marcará el nuevo estándar para entornos de alta demanda, ofreciendo una red más robusta, resiliente y adaptativa.
Así pues, aunque Wi‑Fi 8 no está a la vuelta de la esquina, su desarrollo ya es una señal clara de hacia dónde se dirige el futuro de la conectividad inalámbrica. Un futuro en el que no solo se aspira a más velocidad, sino a una red que entienda el contexto, optimice recursos, garantice la calidad de servicio y se adapte en tiempo real al entorno. Bit a bit, ese futuro ya ha empezado a escribirse.
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