Temu ha entrado en nuestras vidas con la fuerza de una tormenta digital. Promocionada en todas partes, desde anuncios móviles hasta interludios publicitarios en televisión, esta plataforma de comercio electrónico ha sabido jugar con el impulso y la curiosidad. No han sido pocos los que, atraídos por sus precios ridículamente bajos y la promesa de entregas internacionales, se han dejado tentar por el botón de “añadir al carrito”. Sin embargo, tras esa fachada colorida de descuentos y gangas, la maquinaria reguladora europea ha comenzado a afilar su bisturí.
Para quienes aún no la conozcan, Temu es una plataforma de origen chino, gestionada por la empresa PDD Holdings, que replica el modelo de comercio directo desde fabricantes a consumidores. Con una app ágil, una interfaz que premia la gamificación del consumo y una agresiva estrategia de marketing, ha captado millones de usuarios en Europa en muy poco tiempo. Su modelo se basa en facilitar que pequeños vendedores ofrezcan productos directamente a precios de fábrica, aunque sin el filtro ni las garantías que suelen exigir las grandes plataformas occidentales.
La Comisión Europea, en el marco del Reglamento de Servicios Digitales (DSA), designó el año pasado a Temu como una plataforma en línea de muy gran tamaño (VLOP, por sus siglas en inglés), lo que implica obligaciones adicionales. Esta categoría se reserva a servicios con más de 45 millones de usuarios activos en la UE, y conlleva una vigilancia reforzada sobre sus mecanismos de control de riesgos, transparencia algorítmica y protección del consumidor. A raíz de ello, se inició una investigación específica , de la que informaron nuestros compañeros de MuyComputerPRO, sobre su operativa interna y sus mecanismos de moderación.
Los resultados preliminares no han sido precisamente halagüeños. Según la Comisión, la investigación —que incluyó técnicas de mystery shopping— reveló una abundancia preocupante de productos ilegales, potencialmente peligrosos o mal etiquetados a la venta en la plataforma. Además, la evaluación de riesgos llevada a cabo por Temu fue calificada de insuficiente, especialmente en lo referente a la detección y mitigación de contenidos ilícitos. La falta de transparencia en la trazabilidad de los comerciantes también se destacó como un elemento crítico.
Más allá de los productos en sí, el enfoque técnico que Temu ha adoptado para responder a las exigencias del DSA parece haber quedado corto. El análisis de la Comisión señala lagunas en sus procedimientos de diligencia debida, una falta de coordinación entre las herramientas de detección de riesgos y sus mecanismos de moderación, así como una arquitectura deficiente para abordar reclamos y establecer procesos de verificación eficientes. Estas carencias, que pueden parecer detalles burocráticos, son en realidad esenciales para garantizar la seguridad y legalidad del entorno digital en el que operan millones de usuarios.
Las implicaciones son importantes. Temu dispone ahora de un plazo para responder formalmente a las acusaciones y corregir las deficiencias señaladas. Si no logra subsanarlas, se enfrentará a sanciones de hasta el 6% de su volumen de negocios global. Además, la Comisión continuará investigando otras áreas sensibles, como la transparencia en el funcionamiento de sus algoritmos, la posible promoción de comportamientos adictivos o el uso de datos personales de forma no consentida. El proceso aún está en marcha, pero ya deja claro el tipo de escrutinio que se aplicará a las plataformas emergentes.
Como usuario, no puedo evitar preguntarme hasta qué punto confiamos en el barniz de una interfaz bonita y precios bajos. Temu ha conquistado millones de carritos virtuales en Europa, pero este aviso de la Comisión sirve como recordatorio de que el precio real de un producto no siempre se mide en euros. En un comercio cada vez más digital y globalizado, la seguridad, la trazabilidad y el cumplimiento normativo deberían pesar tanto como la oferta del día. Y tal vez más.
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