Hubo un tiempo en que una imagen valía más que mil palabras. Hoy, en cambio, una imagen puede ser mil mentiras distintas, indistinguibles entre sí. En plena explosión de la inteligencia artificial generativa, la capacidad de alterar fotos, vídeos o incluso audios con un nivel de realismo abrumador se ha convertido en una amenaza directa a la confianza. Por eso, más allá de los modelos y las aplicaciones, comienza a emerger una necesidad urgente: la de autenticar lo que vemos. Google acaba de dar un paso en esa dirección con los nuevos Pixel 10.
La compañía ha anunciado que su nueva generación de teléfonos Pixel integra soporte nativo para el estándar C2PA (Coalition for Content Provenance and Authenticity), un sistema de credenciales criptográficas que permite verificar si una imagen o vídeo fue generado o modificado con IA. Según ha detallado The Hacker News, el soporte estará activo en aplicaciones clave del ecosistema como Google Camera y Google Photos, lo que permitirá capturar y visualizar contenido con metadatos verificables directamente desde el dispositivo. Es el primer smartphone que incorpora esta tecnología de forma nativa.
C2PA es una iniciativa conjunta liderada por Adobe, Microsoft, Google, Intel y otras grandes tecnológicas, que busca establecer un sistema abierto y transparente de proveniencia digital. El funcionamiento se basa en adjuntar al contenido unos metadatos estandarizados que documentan su origen, las ediciones realizadas y la herramienta utilizada para generarlo o modificarlo. Estos datos no se superponen visualmente al archivo, sino que se integran como información consultable, permitiendo que cualquier persona pueda ver si una imagen ha sido alterada o si fue generada por un modelo de IA.
En los Pixel 10, esta implementación se apoya en el chip Tensor G5, el coprocesador de seguridad Titan M2 y la tecnología StrongBox, que permite almacenar claves criptográficas de forma segura. Gracias a este conjunto de hardware, el dispositivo puede generar firmas digitales locales que certifican que el contenido fue capturado desde un entorno legítimo y no alterado posteriormente de forma fraudulenta. La generación y validación de estas credenciales puede realizarse incluso sin conexión a internet, lo que permite preservar su funcionalidad en cualquier contexto.
Eso sí, el sistema no se activa automáticamente. Los usuarios deberán habilitar manualmente la opción de incluir metadatos verificables al capturar imágenes o vídeos. Además, es importante tener claro que C2PA no impide la edición, ni impone restricciones creativas: simplemente documenta lo que se ha hecho. Las credenciales indican si el contenido ha sido manipulado, cuándo y cómo, pero no lo censuran ni lo invalidan. También es necesario que el software de visualización (como apps o navegadores) sea compatible para que esta información se muestre correctamente.
La decisión de Google de integrar esta tecnología en sus Pixel 10 no es menor. En un momento en que los deepfakes se multiplican, los bulos visuales se propagan con facilidad y la autenticidad digital se vuelve cada vez más valiosa, este tipo de iniciativas podrían marcar un nuevo estándar para la industria. Si otros fabricantes siguen el mismo camino —como ya han anticipado Adobe con Photoshop y Microsoft con sus productos de Office—, podríamos estar ante un punto de inflexión en la forma en que el contenido digital se valida y consume.
No deja de ser curioso que, en plena era del software, sea el hardware el que comience a trazar una línea en la arena. Porque mientras los modelos de IA se vuelven más hábiles para engañar al ojo, los dispositivos empiezan a hablar en nuestro nombre, certificando con claves lo que antes dábamos por hecho. En un mundo donde la imagen ya no basta, quizá el futuro pase por dotarla de una firma que diga: “yo estuve ahí, y esto fue lo que vi”.
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