Algunas imágenes astronómicas no se limitan a mostrar lo que hay, sino que abren una nueva rendija por la que mirar más profundamente al universo. Nos obligan a revisar lo que creíamos saber, sí, pero también nos permiten reconstruir el relato con piezas que hasta entonces solo intuíamos. Una de esas imágenes acaba de llegar desde el telescopio James Webb, y podría ofrecer, por primera vez, una evidencia directa de uno de los procesos más misteriosos y debatidos de la cosmología moderna: el nacimiento de un agujero negro supermasivo a través del colapso directo.
La escena observada se sitúa a unos 8.000 millones de años luz y está protagonizada por una galaxia apodada “Infinita”, nombre que le han dado los astrónomos por su particular morfología, en la que dos núcleos galácticos parecen entrelazarse como los bucles del símbolo matemático. En esa colisión cósmica, registrada a partir de datos del James Webb por equipos de las universidades de Yale y Copenhague, se han identificado no uno ni dos, sino tres agujeros negros supermasivos activos. Pero el tercero no se comporta como los demás.
Mientras que dos de estos agujeros negros residen en el centro habitual de sus respectivas galaxias, el tercero aparece incrustado justo en el punto de choque, envuelto en una nube de gas ionizado y altamente energético. Su firma luminosa indica que se encuentra en un proceso de alimentación intensa, absorbiendo materia a un ritmo extremo. No hay galaxia visible que lo aloje, y su ubicación coincide con la zona donde ambas galaxias están en plena interacción. Es esa anomalía —y su intensidad— lo que lo convierte en un candidato perfecto a “recién nacido”.
Lo que convierte este hallazgo en potencialmente histórico es que encaja con una de las grandes hipótesis cosmológicas: la de las “semillas pesadas”. Según esta teoría, ciertos agujeros negros primordiales no se formarían por el colapso de estrellas masivas, sino directamente a partir de nubes de gas que colapsan bajo su propia gravedad sin pasar por la fase estelar. Esta vía permitiría explicar cómo pudieron surgir agujeros negros tan masivos en etapas muy tempranas del universo, algo que las teorías tradicionales, basadas en “semillas ligeras”, no logran justificar con claridad.
Si se confirma que estamos ante un agujero negro nacido por colapso directo, las implicaciones serían profundas. Por un lado, daría un apoyo observacional a una hipótesis que hasta ahora solo existía sobre el papel. Por otro, permitiría reinterpretar la formación de las primeras estructuras masivas del cosmos. La rapidez con la que algunos agujeros negros alcanzaron masas colosales poco después del Big Bang es una de las grandes incógnitas de la cosmología, y esta imagen podría ofrecer una pieza clave para resolverla.
Eso sí, aún quedan muchas verificaciones por delante. Los investigadores han empleado observatorios como Keck, Chandra y el VLA para complementar los datos del James Webb, pero será necesario realizar observaciones espectroscópicas más precisas para determinar si este objeto es realmente el resultado de un colapso directo. También se contemplan otras hipótesis, aunque los autores del hallazgo consideran que los indicios encajan sorprendentemente bien con la predicción teórica. Es un caso abierto, pero ya ha despertado enorme interés en la comunidad astrofísica.
Quizá lo más asombroso de este tipo de descubrimientos no es tanto lo que revelan como lo que nos permiten empezar a imaginar. El James Webb, con su capacidad para mirar atrás en el tiempo cósmico, no solo nos muestra galaxias lejanas, sino que nos permite presenciar fenómenos que antes se nos escapaban por completo. Si esta imagen confirma lo que sugiere, no será solo una escena extraordinaria, sino la primera página visible de uno de los capítulos más antiguos —y oscuros— del universo.
Más información
La entrada James Webb capta el nacimiento de un agujero negro se publicó primero en MuyComputer.