Estos días se habla mucho, y con razón, de 3I/ATLAS. Y como suele ocurrir en estas situaciones, en realidad gran parte de la «conversación» es interesantísima, pues está llena de información útil, análisis científicos de gran valor, debate sobre la importancia de mantener los ojos siempre puestos en el cielo para saber más, tanto sobre el Universo como sobre nosotros mismos… en fin, un momento muy disfrutable. Claro que, por desgracia, siempre tiene que haber notas disonantes: conspiranoicos, buscadores compulsivos de atención, estafadores profesionales de la mentira… en fin, lo peor de cada casa.
Empecemos con un poco de contexto para quienes no saben de qué estamos hablando. 3I/ATLAS es un cometa interestelar descubierto el pasado 1 de julio por la red ATLAS (Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System), y que tiene la particularidad de ser el tercer objeto interestelar, identificado por el ser humano, que visita nuestro sistema solar. El pasado 30 de octubre su órbita alcanzó el punto más «cercano» a la Tierra (a una distancia más que segura), y se espera que, tras esta visita, retorne al espacio interestelar, dejando huella de su visita en el aprendizaje que, de la misma, pueda extraer la comunidad científica.
La tormenta mediática arrancó cuando el astrónomo Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, acusó a NASA de ocultar imágenes clave captadas por la cámara HiRISE de la sonda Mars Reconnaissance Orbiter entre el 2 y el 3 de octubre, justo cuando 3I/ATLAS pasó relativamente cerca de Marte. Según Loeb, estas imágenes —con una resolución sustancialmente mayor que las del Hubble— podrían aportar datos importantes sobre geometría, brillo y posibles anomalías del objeto, y su no publicación plantea serias dudas. ¿Una conspiración cósmica o simplemente un mal trago administrativo?
La respuesta oficial de la NASA no tardó en llegar… bajo su habitual ritmo galáctico. La agencia argumentó que el retraso se debía al cierre parcial del gobierno de EE.UU. durante octubre de 2025, que dejó a buena parte de su personal científico sin sueldo, lo que habría impedido liberar las imágenes. Sí: el argumento es que no están encubriendo nada, solo estaban en la playa cuando mandaron la alerta del cosmos. Un cierre gubernamental no resuelve el misterio, pero desde luego amortigua los titulares.
Por su parte, Loeb no es exactamente un narrador tradicional de la ciencia académica. Su historial incluye afirmaciones «audaces», como que antiguos objetos interestelares podrían ser sondas alienígenas, lo que le ha granjeado tanto seguidores fascinados como críticos escépticos. En este caso, su insistencia en lo que considera “anomalías” en 3I/ATLAS —incluyendo su inesperada aceleración o composición rica en níquel— vuelve a dividir a la comunidad: para algunos es un pionero, para otros un showman del espacio.
Mientras tanto, los astrónomos que trabajan sin focos ni micrófonos continúan su tarea: estudiar 3I/ATLAS con rigor, analizar los datos disponibles, modelar su trayectoria y comprender su naturaleza. Aun sin imágenes de alta resolución desde Marte, se ha logrado avanzar en aspectos como su órbita hiperbólica, su probable origen fuera del sistema solar y su interacción con el viento solar. En resumen: mucho más ciencia real de lo que los memes estelares sugieren.
Y al final, la historia de 3I/ATLAS nos deja una lección práctica, aunque poco glamorosa: en un universo lleno de misterio, de repente alguien grita “¡Nos ocultan algo!” y todos volteamos. Pero mientras tanto, la ciencia sigue su curso con paso firme, aunque silencioso. Si alguien espera una filtración espectacular, que prepare palomitas… o quizás mejor que se quede con un telescopio. Porque en el gran juego del cosmos, el espectáculo es breve, pero lo importante sucede sin ruido.
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