Apple lleva bastante tiempo prometiendo avances significativos con Siri. Cuando se anunció en la WWDC 2024 que el asistente virtual daría un salto cualitativo gracias a la inteligencia artificial generativa, muchos creímos que por fin estábamos ante la versión 2.0 de verdad. Sin embargo, el tiempo ha ido pasando y los resultados siguen siendo modestos, lo que plantea una pregunta incómoda: ¿cuándo veremos una Siri realmente nueva? Y es que, aunque hay señales alentadoras, la credibilidad de Apple en este terreno está a prueba.
Desde que Apple anunció Apple Intelligence, la promesa para Siri fue ambiciosa: entender mejor al usuario, integrarse con las apps del sistema, reaccionar con contexto y actuar proactivamente. Sin embargo, los plazos se han ido retrasando y parte importante de las nuevas funciones han sido pospuestas hasta 2026. En ese contexto, la compañía ha comenzado a dar pasos más cautos, pero los usuarios siguen esperando el cambio real.
El primer signo visible del nuevo enfoque fue una declaración más concreta de Tim Cook durante la última llamada con inversores, donde admitió que «estamos haciendo buen progreso» y fijó 2026 como año estimado para el lanzamiento de la nueva versión de Siri. Aunque el comunicado es limitado, el hecho de que Apple salga del silencio es un avance. La segunda señal ha sido aún más notable: según varios reportes, buena parte de la nueva Siri se apoyará en Google Gemini, lo que indica un reconocimiento implícito de que la tecnología propia de Apple no estaba lista y de que han optado por asociarse para acelerar los resultados. Esta estrategia no es menor: implica admitir que el camino debía recalibrarse.
Aun así, las mejoras aparentes no ocultan un camino largo por delante. Aunque se anuncian funciones de mayor personalización, comprensión mejorada y respuestas más humanas, gran parte de esa promesa aún no se ha convertido en realidad. Muchos usuarios descubren que Siri sigue sin comportarse como los asistentes conversacionales de nueva generación, que las versiones anteriores permanecen activas y que los requisitos de hardware y condiciones de uso (como su limitación a dispositivos recientes) limitan el alcance de estas mejoras.
El retraso y la fragmentación del ecosistema son dos problemas clave. Apple ha señalado que algunas de las funciones más avanzadas estarán disponibles únicamente en los dispositivos más recientes o bajo el nuevo servicio Apple Intelligence, lo que reduce drásticamente la base de usuarios que podrá beneficiarse de ellas. Mientras tanto, rivales como Google Assistant, ChatGPT o Alexa ya ofrecen experiencias más abiertas y funcionales. Este desfase de expectativas frente a realidad pone en tela de juicio la posición de Apple en el mercado de asistentes inteligentes.
La suma de promesas repetidas, plazos dilatados y declaraciones cautas plantea una interrogante clara: ¿podemos creer que esta vez Siri realmente se transformará? Apple es reconocida por el cuidado en el lanzamiento de sus productos, pero también por la discreción en los fracasos. Cuando las mejoras tardan tanto en llegar y se circunscriben a una élite de dispositivos, la confianza del usuario medio se erosiona. Y sin confianza, ningún asistente puede ser “inteligente”.
Apple parece estar tratando seriamente de mejorar Siri, pero aún le queda camino por recorrer. Veremos si esos avances se traducen en una experiencia notable o si la renovación se queda en una actualización menor. Porque en el terreno de la inteligencia artificial, no basta con prometer «este año será el bueno»: debe cumplirse. Y para Siri, 2026 es su próximo gran reto.
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