El debate sobre la inteligencia artificial ya no gira solo en torno a lo que es capaz de crear, sino a si tenemos derecho a saberlo. En los videojuegos, donde los límites entre arte, programación y automatización se diluyen con rapidez, la transparencia se ha convertido en un tema incómodo. ¿Debe un desarrollador informar si parte de su juego ha sido creado por una IA? ¿Debe una tienda etiquetarlo? Mientras algunos defienden que el jugador merece saberlo, otros creen que la pregunta ya ha quedado anticuada. Entre estos últimos está Epic Games, o al menos su CEO, Tim Sweeney, que ha dejado claro que no comparte la tendencia de señalar con el dedo los contenidos generados con IA.
Todo parte de una crítica abierta hacia Valve, empresa que sí ha comenzado a exigir a los desarrolladores que revelen si sus juegos incluyen contenido creado con herramientas de inteligencia artificial generativa, como modelos de imagen, texto o voz. Steam, su plataforma, incluso se reserva el derecho de eliminar juegos que no revelen esa información o que usen material sin licencias claras. Sweeney, sin embargo, considera que este tipo de controles no tienen demasiado sentido. En su opinión, etiquetar los juegos por usar IA es una medida condenada a volverse irrelevante, porque —según sus propias palabras— la IA estará presente en casi todos los procesos de desarrollo del futuro.
Las declaraciones del CEO no se han acompañado de un anuncio oficial por parte de Epic Games Store, su tienda de distribución digital. Es decir, no hay aún una política formal que descarte las etiquetas sobre IA en su plataforma. Pero la contundencia del mensaje sí permite anticipar que Epic se inclina por una posición contraria a la de Valve. Mientras Steam apuesta por una mayor trazabilidad, Epic parece más dispuesta a considerar la IA como una herramienta más dentro del proceso creativo, sin necesidad de alertas o disclaimers visibles para el usuario.
Este debate no es solo técnico o ideológico, sino profundamente práctico. En los últimos dos años, el uso de IA generativa en videojuegos ha crecido de forma exponencial. Algunas estimaciones señalan que hasta un 20% de los títulos lanzados en 2025 han utilizado modelos generativos para crear texturas, diálogos, ilustraciones, voces sintéticas o sistemas de comportamiento. En muchos casos, los jugadores no lo saben. Y en otros, lo saben demasiado tarde. De ahí la presión por una mayor transparencia, no solo para proteger los derechos de autor, sino también para preservar la integridad artística y el derecho del público a saber cómo se ha creado aquello que consume.
Agreed. The AI tag is relevant to art exhibits for authorship disclosure, and to digital content licensing marketplaces where buyers need to understand the rights situation. It makes no sense for game stores, where AI will be involved in nearly all future production.
— Tim Sweeney (@TimSweeneyEpic) November 26, 2025
Tim Sweeney, sin embargo, plantea una visión alternativa. Para él, la IA está dejando de ser una excepción para convertirse en norma, y eso la vuelve irrelevante desde el punto de vista de la diferenciación. Si todos los estudios utilizan modelos de lenguaje o generadores visuales en alguna parte del pipeline, etiquetar cada uso de IA se convierte —según su argumento— en un ejercicio redundante, una burocracia innecesaria. Y en ese marco, imponer etiquetas podría incluso estigmatizar herramientas que, en muchos casos, solo cumplen funciones de apoyo.
La postura de Epic no es neutral. Tiene implicaciones comerciales, éticas y culturales. En un momento en que parte de la industria defiende el derecho a saber qué parte de un juego ha sido hecha por humanos y cuál por una máquina, decidir no informar es también tomar partido. Y aunque aún no se ha confirmado cómo gestionará Epic Games Store este asunto en su política editorial, todo indica que su enfoque será mucho más permisivo. O, como mínimo, menos transparente.
La pregunta de fondo, claro, no es solo tecnológica. Tiene que ver con lo que entendemos por creación, con el valor que damos al trabajo humano, y con el derecho del usuario a saber cómo se construyen las experiencias que consume. Si el futuro del desarrollo es híbrido, quizás debamos redefinir qué significa “hecho con IA”, y sobre todo, cuándo —y por qué— esa información debe figurar a la vista del jugador.
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