La PS6 portátil, de momento, no es más que una posibilidad rumoreada. Sony no ha confirmado su existencia, ni ha hecho declaraciones oficiales sobre el desarrollo de una nueva consola portátil. Sin embargo, las filtraciones no dejan de acumularse, y empiezan a dibujar un proyecto con identidad propia. No tanto como competidora directa de dispositivos híbridos, sino como una extensión natural del ecosistema PlayStation, pensada para reducir al mínimo las barreras entre hardware, generaciones y formatos.
La última información al respecto proviene de KeplerL2, una fuente conocida en el entorno de NeoGAF por sus filtraciones técnicas. Según ha revelado, esta supuesta PS6 portátil contaría con compatibilidad binaria a nivel de sombreadores, lo que permitiría ejecutar juegos de PS5 directamente, sin necesidad de recompilaciones ni parches específicos por parte de los desarrolladores. El sistema, en teoría, sería capaz de interpretar el código de los títulos actuales tal y como están, aunque con ciertas limitaciones.
Y es que, a pesar de esta compatibilidad técnica, el rendimiento no estaría garantizado si el juego no ha sido ajustado para el nuevo hardware. El leaker sugiere que algunos títulos podrían requerir parches opcionales para optimizar la experiencia en la consola portátil, sobre todo en términos de estabilidad y fluidez. Pero desde un punto de vista funcional, la posibilidad de ejecutar sin intervención juegos diseñados para un hardware más potente resulta, cuando menos, significativa.
En cuanto al corazón de esta consola, las filtraciones apuntan a un SoC desarrollado por AMD con menos de 40 unidades de cómputo, diseñado para funcionar a muy bajos voltajes. Este planteamiento encajaría con un perfil de dispositivo claramente orientado al bajo consumo, pero que, según diversas fuentes, ofrecería un rendimiento superior al de una Xbox Series S, aunque sin alcanzar el nivel de una PS5 estándar. Se trataría, en todo caso, de un equilibrio entre eficiencia y potencia, más que de una apuesta por el músculo técnico.
Un punto especialmente interesante está en cómo se mantendría la compatibilidad a ese nivel de rendimiento contenido. En lugar de recompilar shaders o rehacer pipelines gráficos, la consola permitiría que los juegos utilicen los binarios ya existentes, siempre que estén dentro de ciertos márgenes de arquitectura. Esto podría implicar una carga inicial más lenta, o ajustes dinámicos de resolución y tasa de fotogramas, dependiendo de cómo se haya desarrollado el título original. No obstante, se evitaría el trabajo adicional para los estudios, lo que facilitaría una integración fluida en el ecosistema de Sony.
Una clave adicional reside en la posible estrategia de unificación de hardware. Todo indica que Sony estaría desarrollando de forma paralela la PS6 de sobremesa y esta versión portátil, y que ambas compartirían un mismo chip, con configuraciones distintas según el dispositivo. Esto permitiría optimizar el desarrollo de juegos, evitar la fragmentación del catálogo y mantener la retrocompatibilidad sin esfuerzos adicionales para los estudios. No sería un movimiento inédito, pero sí una consolidación de la tendencia hacia ecosistemas más integrados.
Esta aproximación —si llega a materializarse— marcaría una diferencia respecto a intentos anteriores de portabilidad. No por lo que promete en términos de potencia, sino por el modo en que se integra con la generación previa. Una consola que no necesita juegos propios, ni adaptaciones, ni versiones recortadas, sino que apuesta por ser parte del sistema sin pedirle nada al desarrollador. La pregunta, claro, es si el rendimiento final será suficiente para que esa promesa no se quede a medio camino.
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