Apple no siempre necesita sorprender. En los últimos años, la compañía ha perfeccionado un ritmo propio, calculado y casi silencioso, en el que cada actualización forma parte de una coreografía precisa. Los próximos lanzamientos —nuevos iPad, MacBook y Vision Pro equipados con el chip M5— encajan en esa rutina meticulosa: sin evento, sin expectación desmedida, pero con la consistencia que define a una empresa que prefiere la solidez al sobresalto.
Según adelanta Mark Gurman, Apple anunciará esta misma semana tres nuevos dispositivos de su catálogo, y lo hará mediante nota de prensa y vídeos promocionales, sin la habitual presentación en directo. Esta estrategia, que ya ha aplicado en otros ciclos de renovación, responde a una lógica clara: mantener el interés mediático con una cadencia constante de productos, incluso cuando las novedades son renovaciones sin mucho más fondo.
El eje de esta nueva oleada es el chip M5, un procesador fabricado con tecnología de 3 nanómetros, dotado de nueve núcleos de CPU, diez de GPU y 12 GB de memoria unificada. Frente al M4, promete un incremento sustancial en rendimiento gráfico y eficiencia energética, además de una integración más profunda de unidades dedicadas a inteligencia artificial. Este nuevo chip consolida la transición de Apple hacia su arquitectura propia, una apuesta iniciada en 2020 y que ya cubre todo su ecosistema de hardware.
El iPad Pro M5 será uno de los primeros en estrenarlo. Todo apunta a que mantendrá el mismo diseño que la generación anterior, pero con cambios sutiles: cámara frontal colocada en el lateral para un uso más natural en formato apaisado, pantalla OLED de alta calidad y mejoras en autonomía. Aunque su aspecto no cambia, el salto interno lo acerca todavía más a la gama de portátiles de la compañía, reforzando su papel como herramienta de creación y trabajo profesional.
El nuevo MacBook Pro M5, por su parte, seguirá una línea parecida. Se espera un modelo de 14 pulgadas sin grandes novedades estéticas, pero con un notable avance en rendimiento y eficiencia. El salto al chip M5 permitirá una mejor gestión térmica y un aumento de la autonomía, dos factores que Apple considera clave para su base de usuarios profesionales. La ausencia de panel OLED sugiere que esta versión funciona como una actualización intermedia, pensada para extender la vida del diseño actual antes de un cambio más profundo.
El tercer protagonista será el Apple Vision Pro M5, una versión revisada del visor de realidad mixta que busca mejorar la comodidad y ampliar su disponibilidad internacional. Las filtraciones apuntan a un casco algo más ligero, con un mejor reparto del peso y una autonomía optimizada gracias al nuevo chip. Este movimiento no implica una revolución, pero sí un paso necesario para que el dispositivo empiece a consolidarse fuera del mercado estadounidense y se acerque a un público menos experimental.
Apple, una vez más, demuestra que su estrategia no depende del asombro inmediato, sino de la continuidad. No necesita levantar el telón de un auditorio para marcar el paso del sector: lo hace desde el silencio de su calendario. Con el chip M5 como nuevo corazón de su ecosistema, la compañía sigue afinando su maquinaria interna, ajustando cada engranaje con precisión quirúrgica. No hay giros drásticos ni discursos de épica tecnológica, solo el avance metódico de una marca que ha convertido la evolución en su lenguaje más reconocible.
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