Buscar en Internet nunca ha sido un acto inocente. Cada consulta, cada click y cada término tecleado puede convertirse en un rastro más en el mapa de nuestra vida digital. Por eso resulta refrescante ver cómo alternativas como Brave se atreven a reimaginar la experiencia de búsqueda desde la privacidad, no como una opción, sino como el punto de partida. Su nueva función, bautizada como “Ask Brave”, da un paso más en esa dirección: respuestas completas, con IA, sin comprometer los datos del usuario.
La función no sustituye al sistema “AI Answers” ya presente en Brave Search, sino que lo amplía. Mientras que el sistema anterior generaba respuestas concisas a preguntas directas, Ask Brave apuesta por un formato más elaborado: ofrece análisis largos, interactivos y con un enfoque casi enciclopédico. Puede incluir vídeos, enlaces, listas de productos, carruseles de imágenes y resúmenes que integran múltiples fuentes. En lugar de una respuesta rápida, el buscador entrega un informe, con espacio para el contexto y la exploración.
Estas respuestas no son solo extensas, también son modificables. El usuario puede pedir que se reformule la información, que se aclare una parte o que se añadan detalles. No se trata de una conversación estilo chatbot, sino de una interacción basada en peticiones puntuales que modifican el resultado, manteniendo el formato visual estructurado. El enfoque recuerda a los asistentes de IA, pero sin convertirse en ellos. No hay rol, ni personalidad, ni tono conversacional: hay información.
La integración en Brave Search es fluida y automática. No hace falta activar un modo especial ni abrir un menú alternativo. Si la consulta lo justifica, la respuesta se genera con el nuevo sistema. Además, se puede forzar esta búsqueda extendida usando el símbolo “??” junto al término deseado. Brave busca así mantener la sencillez de uso, sin sacrificar profundidad en los resultados.
Desde el punto de vista técnico, Ask Brave combina el índice de búsqueda propio de Brave con modelos de lenguaje grandes (LLM) para generar estas respuestas extendidas. Pero a diferencia de otros servicios que dependen de APIs externas o fuentes de terceros, Brave utiliza su propia infraestructura de búsqueda como base. Eso le permite aplicar una capa adicional de control, y lo más importante: preservar la privacidad del usuario en todo momento.
Y es ahí donde Brave marca la diferencia. No retiene las conversaciones ni construye perfiles a partir de las consultas. Las interacciones generadas por la IA se eliminan automáticamente a las 24 horas, y no se usan para entrenar modelos. Frente al modelo de vigilancia comercial de Google o Microsoft, Brave insiste en que cada respuesta debe respetar la confidencialidad del usuario. No hay personalización a cambio de exposición, solo funcionalidad bajo control.
La gran pregunta es si este tipo de buscadores puede alterar de verdad el ecosistema digital, o si seguirán siendo herramientas de nicho. Pero con cada paso que dan —y este es uno importante— Brave y propuestas similares demuestran que es posible ofrecer inteligencia sin vigilancia, respuestas sin rastreo. Y que quizás, en la web del futuro, buscar vuelva a ser un acto privado.
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