El tiempo entre grandes saltos tecnológicos se siente más largo de lo que realmente es. Quizá por eso, cuando se menciona GPT‑5, la pregunta inevitable vuelve a surgir: ¿cuándo? La promesa de una nueva generación de inteligencia artificial siempre lleva consigo la sombra de su propia expectativa. Y en este caso, la respuesta llega desde el lugar más autorizado posible: Sam Altman, CEO de OpenAI, ha confirmado que GPT‑5 verá la luz este verano. Si todo va según lo previsto.
La declaración se produjo durante el primer episodio del nuevo pódcast oficial de OpenAI, en el que Altman detalló que el modelo está muy avanzado, pero que no se liberará hasta que supere los exigentes estándares técnicos y de integración internos. No habrá prisa, dijo en resumen. Y añadió que, si no cumple con las expectativas, «puede que no lo lancemos». Es una muestra más del enfoque prudente que la compañía ha adoptado desde el despliegue inicial de GPT‑4.
Pero GPT‑5 no es una versión más. El objetivo, según Altman, es consolidar todo lo aprendido en GPT‑4 y en las sucesivas variantes —como la serie o (o3, o4‑mini) y GPT‑4o— en un único sistema robusto. En lugar de mantener múltiples modelos especializados, OpenAI aspira a unificar capacidades en una arquitectura más completa, capaz de manejar tareas multimodales, gestionar memoria contextual y razonar con mayor profundidad sin comprometer la precisión.
Las expectativas no son menores. Altman ha dejado entrever que GPT‑5 marcará un salto en tres frentes clave: una mejora sustancial en razonamiento lógico, una expansión de la memoria para conversaciones más largas y precisas, y una integración más eficaz del contexto visual y auditivo. Además, la reducción de alucinaciones será otro de los ejes prioritarios, junto con una mejor adaptación a diferentes estilos de interacción.
El desarrollo, sin embargo, no ha sido lineal. Aunque en mayo de 2023 se hablaba de un posible debut a finales de ese año o principios de 2024, los desafíos técnicos y la necesidad de nueva infraestructura han ido desplazando el calendario. OpenAI ha aprovechado ese tiempo para lanzar modelos intermedios como GPT‑4 Turbo, GPT‑4o y las variantes mini, que han actuado como campo de pruebas y, en cierto modo, como anticipo del modelo que ahora se perfila como unificación definitiva.
Más allá del calendario, GPT‑5 representa una apuesta de fondo: la transición de modelos entrenados como cajas negras hacia sistemas más interactivos, contextuales y útiles en entornos reales. Altman ha sugerido que esta versión podría acercarse al ideal de un agente digital completo, una IA no solo para conversar, sino para ayudar, asistir, aprender de su entorno y ofrecer respuestas consistentes a lo largo del tiempo.
Quizá por eso esta espera tiene algo de diferente. No se trata solo de una nueva cifra o de una mejora incremental. GPT‑5 podría marcar el inicio de una etapa en la que la IA deje de ser una suma de versiones para convertirse en una herramienta evolutiva, más estable, más coherente y —por qué no— más fiable en su capacidad de comprender. Y para eso, mejor llegar bien que llegar pronto.
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