Hay momentos en los que la tecnología se desliza silenciosamente entre los procesos creativos y, sin previo aviso, los transforma desde dentro. Lo hace con la promesa de aliviar cargas, de abrir nuevas posibilidades, de liberar tiempo para imaginar. Pero no siempre es bienvenida. En Electronic Arts, la integración de inteligencia artificial generativa ha encendido una chispa que revela algo más profundo: una grieta creciente entre lo que se puede automatizar y lo que debe seguir siendo humano.
La compañía ha anunciado una alianza estratégica con Stability AI, responsable de los modelos de generación de imágenes Stable Diffusion, para desarrollar conjuntamente herramientas y flujos de trabajo basados en IA generativa. El objetivo, según el comunicado oficial, es claro: permitir que artistas, diseñadores y desarrolladores trabajen de forma más rápida y eficiente, con mayor calidad visual y menos fricción técnica. “La IA puede redactar, generar y analizar, pero no puede imaginar, empatizar ni soñar”, afirman desde EA. La tecnología, dicen, está al servicio del talento humano.
En la práctica, la colaboración se centrará en una primera fase en la generación de materiales PBR (Physically Based Rendering), texturas de alta precisión que permiten recrear superficies realistas en los juegos bajo distintas condiciones de iluminación. Más adelante, EA y Stability AI explorarán sistemas capaces de previsualizar entornos 3D completos a partir de descripciones escritas. Esto implicaría que tareas que antes requerían semanas de trabajo puedan resolverse en cuestión de minutos.
Sobre el papel, las ventajas son evidentes. Equipos más pequeños podrían generar contenido a una velocidad inédita, lo que reduciría los costes de producción y acortaría los tiempos de desarrollo. Para EA, el acceso directo a las últimas investigaciones de Stability AI supone una ventaja competitiva: los primeros títulos en incorporar estos sistemas podrían llegar mucho antes de lo que se espera. La IA dejaría de ser un apoyo periférico para convertirse en un motor central del proceso creativo.
Pero, lógicamente, no todos comparten ese entusiasmo. Varios desarrolladores de EA han manifestado su oposición a la integración obligatoria de estas herramientas en sus flujos de trabajo. El problema no es solo la preocupación por la posible pérdida de empleo, sino la experiencia concreta: según un informe de Business Insider, algunos trabajadores aseguran que los modelos de IA “alucinan” con frecuencia, generando activos defectuosos que requieren más tiempo de corrección que de creación. Para muchos, se está utilizando su experiencia para entrenar a un sistema que terminará reemplazándolos.
Este caso, lejos de ser anecdótico, refleja una tensión cada vez más visible en la industria del videojuego: la frontera entre lo que la IA puede automatizar sin comprometer la calidad creativa y aquello que debe seguir dependiendo del criterio humano. En un sector donde la imaginación y el detalle marcan la diferencia, el riesgo no es solo perder empleos, sino diluir lo que hace únicos a los videojuegos.
Está claro, en cualquier caso, que esta fricción era inevitable. La revolución tecnológica rara vez se implanta sin resistencias. Pero lo que está ocurriendo en Electronic Arts no es solo un debate sobre herramientas: es una discusión sobre el papel del creador en la era de los sistemas generativos. Y personalmente, creo que no deberíamos temer la innovación, pero sí estar atentos a qué sacrificamos en su nombre.
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