El mundo del fraude tecnológico ha vivido un nuevo capítulo digno de guion cinematográfico. En esta ocasión, el protagonista no es un hacker escondido entre sombras digitales, sino un rostro visible, incluso mediático, que durante años vendió humo con forma de smartphone. Olof Gustafsson, CEO de Escobar Inc., ha reconocido ante un tribunal federal en Los Ángeles lo que para muchos era un secreto a voces: el Escobar Fold no solo era un timo, era el timo. Un espejismo dorado que mezclaba la mística de la marca Escobar con la tecnología de pacotilla para engatusar a miles de compradores incautos.
El golpe de efecto llegó entre 2019 y 2020, con el anuncio de móviles plegables de lujo a precios escandalosamente bajos (ya lo mencionábamos, de pasada, aquí). El Escobar Fold 1 no era más que un Royole FlexPai rebrandeado, y el Fold 2, una versión de un Samsung Galaxy Fold cubierta de pegatinas doradas. A menos de 400 dólares, lo que prometía ser un dispositivo de alta gama se convirtió rápidamente en uno de los mayores fraudes tecnológicos recientes. Los pocos influencers que recibieron una unidad funcional, como MKBHD, se convirtieron sin querer en propagadores involuntarios del engaño.
Porque la gran mayoría de los compradores jamás llegó a recibir lo prometido. En su lugar, obtuvieron certificados, libros o merchandising barato con el nombre Escobar estampado. Justo lo suficiente para generar un número de seguimiento y convencer a plataformas como PayPal o Klarna de que el envío se había realizado, bloqueando devoluciones y dejando a los clientes en un callejón sin salida. Era un fraude milimétricamente diseñado, no solo para estafar, sino para blindarse ante las reclamaciones.
Pero los móviles no fueron los únicos protagonistas del escándalo. Gustafsson y su equipo repitieron la fórmula con todo tipo de productos extravagantes: lanzallamas inspirados en Elon Musk, iPhones bañados en oro, incluso “Escobar cash”, una criptomoneda en formato físico (que alguien me lo explique). Todo construido sobre la sombra del apellido Escobar, convertido en marca y en mito por el hermano del célebre narcotraficante. Un envoltorio de lujo y provocación que disfrazaba una operación de fraude masivo y bien engrasada.
¿Videoclip del reguetonero de moda o anuncio del Escobar Fold? La diferencia es tan sutil (como la imagen) que se me escapa.
Y es aquí donde entra en juego el otro gran protagonista de esta historia: el comprador. Porque para que este tipo de fraudes funcionen, hace falta un caldo de cultivo fértil. El cliente ideal del Escobar Fold es, probablemente, alguien tan fascinado por lo exclusivo y lo viral como dispuesto a creer que un plegable por 399 dólares es una ganga y no una estafa. Personas que compran más por la historia que por el producto, movidas por el impulso y las ganas de presumir de lo que “nadie más tiene”. El tipo de usuario que ve un spot con llamas, oro y referencias a Pablo Escobar, y en lugar de sospechar, se emociona.
Ahora, Gustafsson se enfrenta a hasta 20 años de prisión por cada uno de los cargos de fraude y hasta 10 años por los de lavado de dinero. Como parte de su acuerdo con la fiscalía, deberá pagar hasta 1,3 millones de dólares en restituciones, además de perder todo lo obtenido con el fraude. Detenido en España y extraditado a EE. UU. en marzo, su caída ha sido tan aparatosa como su ascenso. Pero, por desgracia, eso no garantiza que los estafados vayan a recuperar su dinero… ni que vayan a aprender la lección.
Porque si algo nos enseña esta historia es que las estafas siguen evolucionando, pero también lo hacen los incautos. Puede que esta vez la justicia haya actuado, pero mientras existan consumidores fascinados por la promesa de lo exclusivo a precio de saldo, siempre habrá un nuevo Gustafsson dispuesto a aprovecharlo. Y sí, probablemente también tendrá su propia criptomoneda y lanzallamas.
Fuente de las imágenes y más información
La entrada Escobar Fold, parecía una estafa… y era una estafa se publicó primero en MuyComputer.
estafasNoticiasSmartphonessmartphones plegablesTECHNOLOGY