El universo siempre nos observa en silencio, pero a veces, gracias a la tecnología, somos nosotros quienes logramos mirarlo con nuevos ojos. Hoy, esos ojos llevan el nombre de James Webb, el telescopio espacial que, en su tercer aniversario operativo, vuelve a recordarnos lo mucho que ignoramos sobre el cosmos. Esta vez lo hace con una imagen de la Nebulosa de la Pata de Gato (NGC 6334) que no solo deslumbra por su belleza, sino que desvela detalles inéditos de los procesos de formación estelar.
El Telescopio Espacial James Webb ha centrado su cámara de infrarrojo cercano (NIRCam) en un pequeño sector de esta nebulosa, conocida por su aspecto «felino» y ubicada a unos 4.000 años luz, en la constelación de Escorpio. Allí, en uno de sus “cojinetes” o toe beans, ha encontrado mini versiones repletas de jóvenes estrellas esculpiendo el gas y el polvo a su alrededor. El resultado es un paisaje que recuerda más a la fantasía de un pintor impresionista que a un fenómeno físico real, con filamentos oscuros, estrellas azuladas y regiones rojizas ardiendo en su propio proceso de nacimiento.
Esta nueva observación no es solo estética. Según explica la NASA, el James Webb está revelando etapas de la formación estelar que aún permanecen en penumbra para la astrofísica. Gracias a su resolución sin precedentes, vemos cómo las estrellas masivas excavan cavidades en su entorno, iluminándolo con su radiación y creando un resplandor nebuloso azul. Sin embargo, este espectáculo es temporal: estas mismas estrellas, por su breve vida y su luminosidad extrema, acabarán disipando el gas necesario para que nazcan otras, deteniendo así el ciclo de formación en esa región concreta.
Uno de los sectores más llamativos de la imagen es la estructura apodada “Opera House”, con capas circulares y un brillo azulado. Bajo estas capas, un astro amarillento destaca con fuerza, rodeado de gas y polvo que no ha logrado expulsar por completo. A su izquierda se aprecia un área en forma de diapasón, donde la ausencia de estrellas visibles indica la presencia de densos filamentos que bloquean la luz de las estrellas de fondo. Son estos detalles, imposibles de captar para instrumentos anteriores como Spitzer o nuestro querido Hubble, los que revelan el verdadero potencial de James Webb.
La imagen también muestra otras zonas de formación estelar activa, visibles como pequeños cúmulos rojo intenso dispersos entre el polvo marrón. Allí, nuevos soles se gestan en silencio. Más abajo, pequeñas concentraciones de polvo oscuro han resistido la radiación de las estrellas cercanas. Según los científicos, su densidad es tan alta que probablemente den lugar a la formación de protoestrellas, los embriones que un día encenderán su fusión nuclear.
Además de su valor científico, esta observación llega como un recordatorio de la misión global del telescopio. En palabras de Shawn Domagal-Goldman, director interino de la División de Astrofísica de la NASA, James Webb no solo está cumpliendo su diseño original, sino que sigue rompiendo récords y planteando nuevas preguntas para futuras generaciones de misiones. Preguntas que otros proyectos en desarrollo, como el Nancy Grace Roman o el Habitable Worlds Observatory, tendrán que responder en los próximos años para comprender la materia oscura y encontrar planetas como la Tierra.
En apenas tres años, el James Webb se ha convertido en un nuevo espejo de nuestro lugar en el cosmos. Hoy nos ofrece la imagen de la Pata de Gato, pero mañana podría mostrarnos mundos habitables o las primeras galaxias tras el Big Bang. Así, mientras seguimos lanzando telescopios para descifrar el universo, también descubrimos nuevas formas de mirarnos a nosotros mismos: como una especie curiosa, capaz de ver más allá de su cielo nocturno para comprender, cada vez con mayor profundidad, los misterios del Universo.
Más información: NASA / Imágenes: NASA, ESA, CSA, STScI.
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