Durante años, Instagram ha sido visto por muchos como un jardín digital algo más cerrado que otras redes sociales. Aunque público, su contenido se percibía como perteneciente a una burbuja: accesible desde la propia app, pero no completamente abierto a los motores de búsqueda. Sin embargo, eso está a punto de cambiar. Y para millones de usuarios, puede que no sea precisamente a mejor.
A partir del 10 de julio de 2025, las publicaciones de las cuentas públicas de Instagram comenzarán a ser indexadas automáticamente por Google, Bing y otros buscadores. Es decir, lo que subas podrá aparecer en los resultados de búsqueda como cualquier página web o noticia. Así lo ha comunicado Meta, propietaria de la plataforma, en una notificación que está llegando progresivamente a los usuarios.
Hasta ahora, esta indexación solo se aplicaba a cuentas profesionales de adultos y a publicaciones posteriores a enero de 2020. Un margen mucho más restrictivo que el nuevo, que convierte la indexación en norma para todos los perfiles públicos. No se trata de una vulnerabilidad ni de una filtración: es un cambio de política consciente, y lo suficientemente amplio como para que la percepción sobre la privacidad en Instagram se modifique profundamente.
Meta lo plantea como una oportunidad: según el mensaje enviado, esto permitirá que “más personas puedan descubrir el contenido de tu cuenta”. Para creadores de contenido, marcas o personas que buscan maximizar su visibilidad, sin duda puede representar una ventaja competitiva. Salir en Google es sinónimo de exposición, de alcance más allá del entorno nativo de la plataforma.
Pero ¿y el usuario común? El que sube fotos de viajes, cumpleaños o momentos íntimos sin pensar que podrían acabar en el primer resultado de una búsqueda. Para ese perfil mayoritario, este cambio supone una pérdida tangible de control sobre su huella digital. De pronto, lo que era semiprivado —aunque técnicamente público— se vuelve mucho más visible. Más rastreable. Más vulnerable.
La buena noticia es que es posible evitarlo. Quienes reciban la notificación de Instagram pueden seleccionar directamente “No autorizar”, con lo que conservarán la política anterior. Es un gesto sencillo, pero decisivo para quienes no deseen que su perfil gane esa visibilidad extra. Además, quienes hayan ignorado la alerta inicial o cambien de opinión después, podrán modificar esta preferencia desde el apartado de privacidad en la configuración de su cuenta. No se necesita ser un experto para hacerlo, pero sí conviene actuar antes del 10 de julio para evitar una exposición no deseada.
Eso sí, Meta también avisa de que, una vez activada la indexación, la reversión no es instantánea. Aunque el usuario cambie la configuración, el proceso de desindexación puede tardar semanas. Los rastreadores web no son tan ágiles como cabría desear, y el contenido podría seguir circulando libremente durante ese tiempo.
En lo personal, veo este movimiento como un recordatorio más de que la privacidad digital rara vez se pierde de golpe, pero sí a base de pequeños cambios. Instagram ya no es solo un escaparate para quienes entran a curiosear desde la app: ahora será un archivo abierto al mundo. Y eso, quizá, exija repensar lo que compartimos. Y cómo.
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