Max nació de una promesa ambiciosa: unificar en una sola plataforma los catálogos de HBO, Max Originals y Discovery, creando así un servicio de streaming capaz de competir no solo en cantidad, sino también en la calidad de su contenido. Para muchos usuarios, fue el paso lógico tras la consolidación de HBO Max, una evolución que pretendía recoger lo mejor de la televisión premium y del entretenimiento factual en un solo lugar. Durante un tiempo, pareció que esa promesa se sostenía. Pero la industria del streaming, como cualquier otra, nunca permanece quieta demasiado tiempo.
Ahora, Max anuncia cambios que reflejan la nueva fase que atraviesa todo el sector. A partir del 8 de abril, introduce en España su nuevo plan básico con anuncios, a un precio de 6,99 euros al mes. En apariencia, un movimiento que amplía las posibilidades de suscripción para los usuarios. Pero bajo esa nueva opción se esconde una realidad menos amable: una subida generalizada de precios en los planes existentes. El plan estándar pasa a costar 10,99 euros (antes 9,99 euros) y el premium alcanza los 15,99 euros (frente a los 13,99 anteriores). También se ajustan las tarifas anuales en la misma proporción.
El nuevo plan básico, además, presenta limitaciones importantes. Solo permitirá ver contenidos en calidad 1080p, eliminará la posibilidad de descargar capítulos y películas para ver sin conexión, e incluirá bloques publicitarios antes y durante la reproducción. Un cambio de filosofía para una plataforma que, hasta ahora, vendía la experiencia premium como uno de sus principales atractivos.
Pero este movimiento no puede entenderse de manera aislada. En noviembre de 2024, Max ya había comenzado su particular cruzada contra las cuentas compartidas, en un proceso que la propia compañía describió como «una transición gradual». Bajo el argumento de garantizar la sostenibilidad del servicio, se empezaron a poner límites al uso de una misma cuenta en varios hogares, pidiendo a los usuarios «pagar un poco más» si querían mantener esa práctica. Una estrategia en línea con la que ya habían aplicado gigantes como Netflix y Disney+, y que se suma ahora al incremento de precios en todas las modalidades de suscripción.
Desde Warner Bros. Discovery, matriz de Max, defienden que estos cambios buscan adaptarse a un mercado cada vez más competitivo y seguir ofreciendo contenidos de primer nivel. Series como The White Lotus, La Casa del Dragón, The Last of Us o la inminente IT: Bienvenidos a Derry siguen siendo algunos de sus grandes reclamos. Y es innegable que, a nivel de catálogo, Max continúa ofreciendo una combinación muy sólida entre ficción, documental y reality de alta producción.
Sin embargo, para muchos usuarios, la percepción será inevitablemente otra. Más restricciones, precios más altos, anuncios en las opciones más asequibles y un control más férreo sobre cómo y con quién se comparte una cuenta. Un giro que parece alejar cada vez más al streaming de esa primera promesa de libertad, personalización y comodidad que lo diferenció de la televisión tradicional, y que apuntó, en su momento, a ser la medida más efectiva en contra de la piratería. Qué tiempos aquellos, ¿verdad?
Max no está solo en este cambio de paradigma, pero su nueva estrategia confirma que la edad de oro del streaming tal como la conocimos, ya es solo un recuerdo del pasado. La comodidad empieza a tener precio, y cada servicio lucha ahora por capturar —y mantener— un espacio en carteras familiares cada vez más saturadas. Quizá la verdadera competencia ya no sea quién ofrece el mejor contenido, sino quién logra convencer al usuario de que todavía merece la pena seguir pagando… y, sobre todo, pagando más.
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