Copilot fue una promesa temprana. Microsoft lo presentó como su gran apuesta para llevar la inteligencia artificial al escritorio, integrando el modelo de lenguaje en Bing, Edge, en todo el ecosistema de Microsoft 365 y más recientemente en Windows. Parecía tenerlo todo a favor: una base de usuarios inmensa, presencia garantizada en cada nueva instalación de Windows 11 (en equipos compatibles, eso sí, quizá aquí nos encontramos con el primero de los errores), y la capacidad de capitalizar su asociación privilegiada con OpenAI. Sin embargo, en el terreno donde más cuenta —el uso efectivo por parte de los usuarios— su rendimiento está muy por debajo de lo esperado.
Según datos de Sensor Tower, la aplicación de Copilot apenas ha superado los 79 millones de descargas combinadas entre Android e iOS. Puede parecer una cifra notable, hasta que se compara con los más de 900 millones de instalaciones que ha registrado ChatGPT en el mismo período. La diferencia es tan amplia que plantea una pregunta incómoda para Microsoft: ¿cómo es posible que una herramienta integrada por defecto en tantos dispositivos haya sido tan poco adoptada frente a una app que requiere descarga activa y decisión del usuario?
Una de las claves está en el posicionamiento. Tanto Copilot como ChatGPT cuentan con versiones gratuitas y de pago, pero el enfoque estratégico ha sido muy distinto. Microsoft ha optado por integrar Copilot como una función más dentro de su ecosistema, priorizando su presencia en Windows y Office. Existe una versión empresarial con suscripción, Copilot for Microsoft 365, pero su despliegue ha sido lento y a menudo limitado a entornos corporativos específicos. ChatGPT, en cambio, se ha presentado desde el inicio como un producto autónomo, con una identidad de marca fuerte y una propuesta de valor clara: acceso general a un asistente conversacional potente y versátil, incluso en su modalidad gratuita.
Además, hay diferencias en la percepción del rendimiento. Copilot utiliza el modelo GPT-4o, el mismo que impulsa la versión Plus de ChatGPT, pero en diversas pruebas y comparativas ha mostrado resultados más limitados en tareas de lógica, generación de código o interpretación compleja. Parte de esta diferencia puede atribuirse a cómo Microsoft ha encapsulado su asistente: más controlado, con límites visibles en la experiencia gratuita, y menos configurable que su homólogo de OpenAI. Esa menor flexibilidad puede haber disuadido a muchos usuarios que buscan algo más que respuestas simples en lenguaje natural.
Pero quizás el mayor problema ha sido estratégico. Microsoft partía de una posición de ventaja: tenía la tecnología, el socio y los canales de distribución. Sin embargo, Copilot no fue tratado como un producto con entidad propia, sino como una función adicional. Sin campañas de marketing específicas, sin diferenciación clara frente a ChatGPT, y con una presencia ambigua en muchas plataformas, Copilot ha sido para muchos una herramienta desconocida o mal entendida. La confusión entre lo que ofrece su versión gratuita y lo que queda reservado para las suscripciones ha dificultado aún más su adopción.
Este desajuste ha provocado también tensiones internas. La relación entre Microsoft y OpenAI, que comenzó como una colaboración estratégica de más de 13.000 millones de dólares, se ha ido enturbiando. Microsoft ahora considera a OpenAI un competidor directo, y las negociaciones sobre acceso prioritario, integración de tecnologías y reparto de beneficios están lejos de ser fluidas. Aunque el acuerdo vigente se extiende hasta 2030, ya hay señales de que Microsoft podría estar desarrollando sus propios modelos de IA con más independencia, como su familia Phi, para no depender de decisiones externas.
Para los usuarios, este escenario plantea un dilema. Copilot funciona razonablemente bien dentro del ecosistema Microsoft, sobre todo en tareas contextuales relacionadas con Word, Excel o Windows, pero su utilidad como asistente general sigue siendo discutida. ChatGPT, por contraste, ha logrado posicionarse como una referencia transversal, utilizada tanto en entornos educativos como profesionales, creativos o cotidianos. Lo que en principio iba a ser una sinergia perfecta entre plataforma y proveedor se ha convertido en una competencia directa por la atención del usuario.
Más información
La entrada Microsoft se ha equivocado con Copilot, y los números lo reflejan se publicó primero en MuyComputer.