The future is ours to take! Muse («Uprising», 2009)
«Explícamelo otra vez.» Es una frase que Rosa había usado muchas veces en la barra del bar de Jose, un local ruidoso y animado donde era fácil encontrar personajes solitarios y a veces interesantes pero en el que era más difícil entender lo que decían. Sobre todo si lo que decían no tenía ningún sentido. «Digo» repitió el desconocido de guardapolvos negro y ojos verdes profundos «que soy cazador de demonios.» Rosa parpadeó varias veces separando su cabeza del desconocido con un movimiento brusco, se había acercado para escucharle mejor. «Todos los raros me tocan a mi» murmuró apartando la mirada de ese hombre alto y serio que había atraido su atención. Bebió un trago de su gin tonic y luego se encogió de hombros. «A ver» dijo Rosa mientras el hombre daba un breve trago a su bourbon «entonces ¿eres un exorcista?» El desconocido sacudió la cabeza «No, no es mi especialidad. No tengo una relación especialmente buena con los poderes celestiales, solamente los utilizo cuano son necesarios pero para la gente poco creyente como yo ese tipo de cosas no funcionan del todo bien…» Rosa decidió seguirle la corriente. Sus amigas se habían ido a una fiesta y ella se había quedado con la esperanza de encontrar a alguien que mereciera la pena o irse a casa en una hora como máximo con un par de copas más para el camino. Bueno, no se puede decir que este tipo no fuera interesante. Solamente tenía que vigilar que no se pasara de raro y todo iría bien. Sentía una punzada en el estómago, como advirtiendo un peligro, pero eso solamente hizo que Rosa se interesara aún más. Lo extraño del tipo es que no parecía contar toda esa historia como si su objetivo fuera impresionar. Parecía incluso que todo eso le aburriera, que fuera pura rutina.
«Pero bueno» dijo Rosa utilizando su sonrisa,uno de sus mejores recursos, ella sí, para impresionar «¿me estás diciendo que no eres creyente y que cazas demonios? ¿No es una contradicción?» El cazador dio otro pequeño trago a su bourbon como si realmente fuera bueno y mirando el fondo del vaso suspiró «Es complicado. Se puede ser descreído porque de partida no estás dispuesto a creer según que cosas. Pero también se puede ser descreído porque has sido creyente y has visto realmente cómo funciona la burocracia y los responsables de los mecanismos sobrenaturales, especialmente los celestiales…» Rosa empezó a sentirse realmente intrigada. El tipo era bueno contando estas cosas, de eso no había duda. «Pero entonces crees en el más allá» el desconocido levantó su copa «como en este vaso.» Dijo entonces. Luego lo dejó caer y el bourbon salpicó sus botas. Eel recipiente se hizo añicos. «Pero las cosas se rompen. Más que romperse el más allá te decepciona. Mucha burocracia… intereses, chanchullos… no se diferencia tanto del mundo real . Y yo empecé en esto precisamente porque estaba hastiado de la realidad. Y al final todo es más o menos lo mismo.» Rosa acercó el taburete y apoyó el codo en la mesa. «¿Qué hacías en el mundo real?» El tipo miró a Rosa de reojo «Inspector de hacienda. Y te aseguro que las cosas por ahí arriba» señaló al cielo con una mano enguantada en negro «las cosas son mucho más parecidas al trabajo que hacía de lo que puedas imaginar. » Rosa sonrió sin atrever a reirse. «Eso sí» prosiguió el cazador «a veces suceden cosas inesperadas y de repente tu jefe te dice que tienes que cazar a un demonio con amnesia…» Y en ese instante Rosa lo recordó todo.
El nombre Zafira evoca en la memoria marcó junto a la del Scenic de Renault y otros modelos que entraron en la era de los monovolúmenes compactos para revolucionar la industria del automóvil. Concretamente el modelo de Opel, desde su debut en 1999, se erigió como un pionero, un monovolumen compacto que no solo ofrecía espacio, sino que lo hacía con una inteligencia que redefinió el segmento. Su principal carta de presentación fue el revolucionario sistema de asientos «Flex 7», una solución de ingeniería que permitía ocultar la tercera fila de asientos bajo el piso del maletero sin necesidad de desmontarla, una proeza en versatilidad que sus competidores tardaron años en replicar. A lo largo de tres generaciones (Zafira A, B y C), construidas sobre la probada plataforma del Opel Astra, el modelo consolidó su reputación como el vehículo familiar por excelencia, culminando en la versión que tuvimos la oportunidad de analizar en MuyComputer en 2017, un vehículo que representaba el cénit de la filosofía monovolumen de Opel.
Modelo analizado
Opel Zafira-e
Motor y acabado
GS longitud normal
Potencia
136 CV
Velocidad máxima
132 Kmh
Aceleración o-100
13,3 s
Largo/ancho/alto
4981/1924/1955 mm
Potencia máxima RPM
136 CV
Par máximo Nm/RPM
260 Nm
Caja de cambios
automático
Web
https://www.opel.es/
Precio
56.862 euros
Sin embargo, el mercado automotriz es un ecosistema en constante y, a veces, brutal evolución. La irrupción de los SUV, la paulatina canibalización del segmento de los monovolúmenes y la inexorable presión regulatoria hacia la electrificación forzaron un cambio de estrategia en los fabricantes. Y así en 2019, bajo la nueva propiedad del Groupe PSA (ahora Stellantis), el nombre Zafira fue transferido a un producto conceptualmente distinto: el Zafira Life, una variante de pasajeros del vehículo comercial Vivaro, construido sobre la plataforma modular EMP2 del grupo francés. Esta metamorfosis no fue una simple actualización, sino una completa reinvención dictada por la eficiencia industrial y las nuevas realidades del mercado. La estocada final a la era de la combustión llegó a principios de 2022, cuando Stellantis tomó la decisión estratégica de cesar la producción de las versiones con motor térmico de sus furgonetas de pasajeros en Europa para cumplir con las estrictas normativas de emisiones CAFE (Corporate Average Fuel Economy), convirtiendo al Zafira Life en un vehículo exclusivamente eléctrico, el Zafira-e, en la mayoría de los mercados.
De Zafira a Zafira…
Esta trayectoria, de un monovolumen de diseño propio a una furgoneta eléctrica rebautizada, es mucho más que la historia de un modelo; es un reflejo de la transformación de toda una industria. El Zafira original era un producto con un sello Opel, con sus innovaciones en diseño y concepto, mientras que el Zafira-e actual es un ejercicio de sinergia corporativa dentro del grupo Stellantis, compartiendo su esqueleto y corazón con modelos de Peugeot, Citroën e incluso Toyota fruto de una estrategia de grupo. La supervivencia del nombre Zafira responde a una lógica de marketing para capitalizar su reconocimiento de marca, a pesar de que la filosofía del producto ha mutado por completo, aunque conserva el espíritu: proporcionar el máximo espacio posible a los ocupantes. El Zafira-e es la encarnación perfecta de este nuevo rol y esta filosofía aún viva: un vehículo práctico y sensato, nacido de una base compartida y eficiente en costes, pero que porta con orgullo el rayo de Rüsselsheim.
La competencia de este Zafira es feroz y proviene de múltiples frentes. Internamente, sus rivales más directos son sus propios hermanos de plataforma: el Peugeot e-Traveller y el Citroën ë-SpaceTourer (que ya hemos probado). Estos modelos son, a efectos prácticos, técnicamente idénticos, con las mismas motorizaciones, baterías y dimensiones, por lo que la decisión de compra se reduce a sutiles diferencias de equipamiento, precio y, sobre todo, afinidad de marca. Externamente, el Zafira-e se enfrenta a una doble presión con modelos por encima, como los Mercedes, y por debajo de su rango de precio.
La estética del Opel Zafira-e es un ejercicio de diseño puramente funcional. No intenta disfrazar sus orígenes comerciales, sino que los abraza para maximizar su principal virtud: el espacio, igual que lo hacía su antepasado aunque con una estética más de turismo. La transformación más notable en su última actualización se encuentra en el frontal, donde adopta el «Opel Vizor», el nuevo rostro de la marca que ya hemos visto en modelos como el Mokka o el Astra. Este elemento consiste en un panel negro brillante que integra de forma fluida la parrilla y los faros, creando una superficie lisa y horizontal que le confiere un aspecto más moderno y tecnológico. Es una máscara estilizada y efectiva que logra conectar visualmente a esta furgoneta con el resto de la gama de turismos de Opel, un intento exitoso de dotarla de una identidad de marca más allá de su utilidad.
Un perfil cuadriculado
Ya tuvimos la ocasión de probar el Zafira de la anterior generación, pero se han actualizado diversos detalles. Al observar su perfil, la herencia del modelo comercial Vivaro es innegable. La silueta es inevitablemente regular, con líneas rectas y superficies planas diseñadas para optimizar el volumen interior. Está disponible en dos longitudes de carrocería, permitiendo adaptarse a distintas necesidades de espacio. Las grandes puertas correderas laterales, que pueden ser eléctricas en los acabados superiores, garantizan un acceso cómodo y amplio a las plazas traseras. La comparación de tamaño con su antecesor es reveladora del cambio de concepto. La versión L del Zafira-e mide 5.305 mm de largo, 1.920 mm de ancho y 1.890 mm de alto, mientras que el Zafira Tourer de 2017 se conformaba con 4.666 mm de largo, 1.928 mm de ancho y 1.660 mm de alto. Esta generación es pues más de 60 cm más largo y casi 30 cm más alto, una diferencia abismal que evidencia el paso de un monovolumen a un vehículo derivado de comercial. Las llantas de cinco radios son un toque de diseño algo más sofisticado y elegante que contrastan con la estética cuadriculada del perfil del coche.
La zaga del Zafira-e sigue la misma filosofía de pragmatismo. Está dominada por un portón trasero de proporciones gigantescas, diseñado para facilitar al máximo las operaciones de carga y descarga. Un detalle de gran inteligencia práctica, heredado de sus hermanos de grupo, es la luneta trasera practicable. Esta permite acceder al contenido del maletero sin necesidad de abrir el enorme portón, una solución muy útil en aparcamientos estrechos o cuando solo se necesita depositar un objeto pequeño. Los enormes grupos ópticos dispuestos verticalmente también siguen la estética de los vehículos comerciales con la practicidad de aumentar la visibilidad con las luces de marcha atrás y advertir al resto del tráfico de que se trata de un vehículo de cierto tamaño.
El habitáculo del Opel Zafira-e es un espacio maximizado y que ofrece dos puntos de vista. Por un lado el del lujo que no se mide en inserciones de madera noble o cromados, sino en metros cúbicos de espacio, versatilidad y un silencio de marcha excepcional gracias a la propulsión eléctrica y la buena insonorización. Por otro, no puede ocultar sus raíces como vehículo de trabajo, evidentes en la elección de materiales y en la ergonomía de ciertos elementos, más pensados para la supervivencia que para el disfrute. El puesto de conducción es elevado lo que proporciona una visibilidad periférica excelente, pero con una postura más erguida y menos integrada que en un monovolumen tradicional. El salpicadero está dominado por plásticos duros pero robustos, diseñados para soportar el trato exigente de un uso profesional, un claro legado del Vivaro. Solo en los acabados más altos, detalles como la tapicería de cuero en los asientos logran aportar un toque de distinción.
El espacio es el secreto
La verdadera magia del Zafira-e reside en el espacio para los pasajeros. Con capacidad para hasta nueve ocupantes en algunas configuraciones, su habitabilidad es sencillamente colosal. En la versión GS que probamos disponemos de ocho plazas con asietnos individuales. Estos asientos son extremadamente cómodos, cuentan con reposabrazos individuales y, lo más importante, están montados sobre raíles en el suelo. Esto permite una modularidad casi infinita: se pueden deslizar para configurar el espacio para las piernas o incluso desmontarse por completo para transformar el vehículo en una furgoneta de carga. El suelo completamente plano facilita el movimiento entre las filas, una ventaja impensable en la mayoría de los SUV de siete plazas.
Esta versatilidad se traduce en una capacidad de maletero sobresaliente. Incluso con las tres filas de asientos en uso, la versión L ofrece un volumen de carga de 980 litros, una cifra que ridiculiza a la de cualquier SUV. Si se retiran los asientos de la tercera y segunda fila, el espacio disponible se dispara hasta los 4.900 litros, permitiendo transportar objetos de gran volumen. A esto se suma una gran cantidad de huecos portaobjetos repartidos por todo el habitáculo, desde enormes bolsillos en las puertas hasta múltiples guanteras, que aseguran que siempre haya un lugar para cada cosa. Detalles como las cortinillas parasol en las ventanillas traseras o el techo panorámico opcional contribuyen a una experiencia de viaje de primera clase.
El apartado tecnológico es modesto comparado con otros modelos eléctricos que no son modificaciones de versiones comerciales. El sistema de infoentretenimiento, gestionado a través de una pantalla táctil de 10 pulgadas en las más recientes, es funcional e intuitivo, pero se siente una generación por detrás de sus competidores más modernos. Su mayor virtud es la compatibilidad con Apple CarPlay y Android Auto (mediante cable). El cuadro de instrumentos es digital aunque no ofrece una gran cantidad de información la visibilidad es buena y es lo suficientemente funcional como para tener a mano todos los datos necesarios para el viaje.
El silencio
Donde más sobresale este modelo es, como en otros modelos eléctricos, en lo silencioso de su funcionamiento. La ausencia de las vibraciones y el ruido del motor diésel de sus hermanos de gama transforma la experiencia a bordo, proporcionando un nivel de refinamiento y tranquilidad muy alto. La calidad del sistema de sonido, que puede contar con hasta diez altavoces, se aprecia mucho más en esta atmósfera. En cuanto a seguridad, la dotación de sistemas de ayuda a la conducción (ADAS) es completa para el segmento, incluyendo control de crucero adaptativo, asistente de mantenimiento de carril, alerta de ángulo muerto, frenada automática de emergencia y cámara de visión trasera de 180 grados, aunque la ubicación del mando del control de crucero en una palanca oculta tras el volante resulta poco ergonómica.
El sistema de propulsión del Opel Zafira-e es una solución única y estandarizada para toda la gama, independientemente de la longitud de la carrocería o del tamaño de la batería. Se compone de un motor eléctrico síncrono que entrega una potencia de 100 kW (136 CV) y un par motor instantáneo de 260 Nm. Estas cifras, aunque modestas sobre el papel para un vehículo que supera las 2,1 toneladas de peso en vacío, son suficientes para moverlo con una agilidad sorprendente en el tráfico urbano gracias a la entrega inmediata de la fuerza. La aceleración de 0 a 100 km/h se completa en 13,3 segundos, un dato que refleja su naturaleza tranquila, y la velocidad máxima está limitada electrónicamente a 130 km/h.
Esta limitación no es un capricho, sino una decisión de ingeniería fundamental para preservar la autonomía de la batería al enfrentarse a la considerable resistencia aerodinámica de su carrocería a altas velocidades. La batería tiene capacidad de 75 kWh (68 kWh útiles), lo que lleva la autonomía homologada hasta los 350 km. El paquete de baterías está ingeniosamente ubicado bajo el piso del vehículo, entre los dos ejes, lo que no solo no compromete el espacio interior ni la capacidad de carga, sino que además contribuye a bajar el centro de gravedad, mejorando la estabilidad. Algo muy necesario en una furgoneta de las características de la Zafira cuando afrontamos trayectos con curvas.
Carga doble
Para la recarga, el Zafira-e está equipado con un sistema versátil. Admite carga rápida en corriente continua (CC) a una potencia de hasta 100 kW, lo que permite recargar la batería de 75 kWh del 10% al 80% en aproximadamente 45-48 minutos, un tiempo razonable para una parada en un viaje largo. Para la carga en corriente alterna (CA), como la que se realiza en un domicilio o en un punto de carga público convencional, viene de serie con un cargador embarcado de 7,4 kW. Opcionalmente, se puede equipar un cargador trifásico de 11 kW, una opción casi imprescindible para quienes dispongan de una instalación adecuada, ya que reduce significativamente los tiempos de carga completa en casa.
La gestión de la energía se realiza a través de tres modos de conducción: Eco, Normal y Potencia. El modo Eco limita la potencia y optimiza el funcionamiento del climatizador para maximizar la autonomía. El modo Normal ofrece un equilibrio entre rendimiento y eficiencia, mientras que el modo Power libera toda la potencia del motor para obtener la máxima aceleración. Adicionalmente, el sistema de frenada regenerativa cuenta con dos niveles. El modo estándar ofrece una retención suave, similar a la de un motor de combustión. Al activar el modo «B» (Brake) en el selector del cambio, la regeneración se intensifica notablemente, lo que permite decelerar el vehículo de forma considerable al levantar el pie del acelerador y recuperar más energía, aunque no llega a ofrecer una conducción de «pedal único» (one-pedal driving) como otros eléctricos del mercado. La elección de la batería de 75 kWh se revela como fundamental, ya que el consumo real del vehículo es elevado, situándose a menudo entre los 25 y 30 kWh/100 km en condiciones reales.
Cambio de mentalidad
Ponerse al volante del Opel Zafira-e significa inevitablemente cambiar de mentalidad frente a la que tenemos cuando nos ponemos tras el de un turismo. Su comportamiento tiene distintos aspectos. En la ciudad, que podríamos considerar su hábitat natural, el vehículo se desenvuelve con una soltura inesperada. El silencio absoluto y la ausencia de vibraciones crean un oasis de calma en medio del bullicio urbano, mientras que el par motor instantáneo le permite arrancar de los semáforos con una agilidad que sorprende. La elevada posición de conducción ofrece un dominio visual del tráfico que inspira confianza. Sin embargo, sus generosas dimensiones se convierten en un desafío a la hora de maniobrar en calles estrechas o encontrar un hueco de aparcamiento lo suficientemente grande, una tarea en la que la cámara de visión trasera de 180 grados se convierte en una aliada indispensable.
Cuando abandonamos las calles y nos adentramos en carreteras secundarias, el Zafira-e muestra una cara diferente. El bajo centro de gravedad, cortesía de las baterías situadas en el suelo, le confiere un aplomo y una sensación de estabilidad notables para un vehículo de su altura y peso. Se siente seguro y predecible en todo momento. Pero siempre que tengamos en cuenta ese cambio de mentalidad que mencionamos: no es un vehículo ágil ni está pensado para una conducción dinámica. La dirección, aunque ligera y cómoda para la ciudad, carece de la precisión necesaria para transmitir confianza a ritmo vivo, y el balanceo de la carrocería en las curvas aunque limitado por el bajo centro de gravedad limita el ritmo al que podemos conducir en estos terrenos. El Zafira-e invita a una conducción tranquila y sosegada, priorizando siempre el confort de los pasajeros sobre cualquier tentación deportiva.
Es en la autopista, el escenario de los grandes viajes, donde el Zafira-e revela su mayor contradicción. Por un lado, es un vehículo sumamente confortable para devorar kilómetros. El aislamiento acústico es excelente y la suavidad de marcha es impecable, convirtiéndolo en un salón rodante donde los pasajeros pueden viajar relajados durante horas. Sin embargo, es aquí donde su sistema de propulsión muestra su talón de Aquiles. Mantener una velocidad de crucero de 120 km/h, o acercarse a su límite de 130 km/h, dispara el consumo energético de forma exponencial por la resistencia aerodinámica, reduciendo la autonomía real de manera importante. Un viaje largo se convierte en todo un desafío de planificación ya que tendremos que programar varias paradas de forma casi inevitable. Un desempeño para viajes más cortos (200 o mejor 150 kilómetros) sí que es factible y en estos casos el Zafira se revela como un modo de viajar extreadamente cómodo y silencioso, con menos ruido aerodinámico, por cierto, del que cabría esperar.
Conclusiones
El Opel Zafira-e es un vehículo de contrastes. Sus fortalezas son innegables y poderosas: ofrece un nivel de espacio interior, modularidad y versatilidad que pocos vehículos en el mercado pueden igualar. El silencio de marcha y el confort para los pasajeros son de un nivel superior, creando una experiencia de viaje premium para quienes ocupan las plazas traseras. Para un uso urbano y regional, es una herramienta de transporte familiar o profesional casi perfecta. Sin embargo, sus debilidades son igualmente claras y significativas. La autonomía real en autopista es su principal limitación, un factor que condiciona su uso como vehículo para grandes viajes sin una planificación exhaustiva. El sistema de infoentretenimiento y el cuadro de instrumentos, funcionales pero tecnológicamente conservadores, se sienten algo desfasados en un coche que se vende como una solución de movilidad moderna.
Sigue siendo un vehículo versátil con buenas soluciones para modificar el espacio interior y con una calidad bastante buena en los acabados interiores, aunque algunos detalles como los plásticos duros de ciertas piezas lo alejen de una percepción premium de la experiencia. Buena visibilidad para las maniobras, ayudado por un buen sistema de cámaras, y la versatilidad del propulsor eléctrico inclinan la balanza a un uso más de ciudad, aunque los viajes de corto alcance son todo un placer con el Zafira si tenemos algo de cuidado con los consumos.
Valoración Final
7.9
NOTA
NOS GUSTA
Buen confort en ciudad
Mucho espacio
Silencio de marcha
A MEJORAR
Consumo en carretera
RESUMEN
El Zafira eléctrico sigue siendo un excelente vehículo para transportar muchas personas donde el espacio es protagonista, pero con el propulsor eléctrico también el silencio. Se ha ganado en autonomía con la nueva batería, pero siguen siendo complicados los viajes largos en autopista o carretera.
Prestaciones7.5Diseño8Consumo7Confort9Sistema de infoentretenimiento8
La entrada Opel Zafira e 2025, consignas se publicó primero en MuyComputer.