El 16 de septiembre de 2023 ocurrió algo muy extraño que quedó registrado por varios científicos de todo el mundo: la Tierra experimentó movimientos sísmicos repetidos cada noventa segundos durante un periodo de nueve días, y estos volvieron a repetirse un mes después, con una duración de una semana más.
La señal registrada tuvo una frecuencia de 10,88 mHz, pero no llegamos a comprender qué es lo que había ocurrido, ni por qué se habían producido esos movimientos. Ninguno de los científicos que registró esos temblores fue capaz de encontrar una explicación, así que todo esto quedó como un misterio sin resolver, hasta ahora.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford ha conseguido dar una explicación estos sucesos, aunque han tardado casi dos años en darle forma. La teoría más aceptada era que esos temblores, y las señales recibidas, se debieran a dos tsunamis masivos ocasionados por deslizamientos de tierra en una zona de Groenlandia conocida como el fiordo Dickson.
Las olas resultantes habrían quedado atrapadas en el fiordo, y al rebotar habrían producido lo que se conoce como seiches, que son olas estacionarias que tienen la fuerza necesaria para sacudir la Tierra, provocando esos temblores, y produciendo esas señales. Tenía sentido, pero no había sido confirmada, así que no podíamos considerarla como una explicación definitiva.
Los científicos de la Universidad de Oxford utilizaron datos del satélite de Topografía de Aguas Superficiales y Océanos (SWOT), que es capaz de escanear áreas de hasta 50 kilómetros de ancho con un alto nivel de detalle, utilizando un interferómetro de radar de banda Ka y dos antenas con una separación de diez metros.
Con esa herramienta, los investigadores pudieron crear mapas de elevación del fiordo Dickson tras esos tsunamis, y en ellos pudieron ver que la superficie del agua tenía una inclinación de hasta dos metros a lo largo del fiordo, y que la dirección de la pendiente variaba en cada una de las imágenes generadas, lo que significa que el agua se estaba moviendo de un lado a otro, tal y como lo haría en una seiche.
Para asegurarse de que estos movimientos no fuesen provocados por el clima ni por las mareas, los investigadores compararon los datos que tenían con otros de registros de vientos y mareas, y también hicieron un seguimiento de pequeños movimientos que se producen en la corteza terrestre a miles de kilómetros de distancia. El resultado fue el que esperaban, y reforzó la teoría de las seiches.
Dicha teoría ha quedado confirmada, y según el jefe de este estudio, Thomas Monahan, refleja el papel del cambio climático, que está dando pie a nuevos extremos en la Tierra con los que no habíamos tenido que lidiar hasta ahora. Esos extremos están cambiando rápidamente en las zonas más remotas, como el Ártico, donde nuestras habilidades de medición son más limitadas.
Este estudio también pone de relieve la importancia de las herramientas de satélite, combinadas con técnicas de inteligentes de tratamiento de datos, para poder encontrar explicaciones a fenómenos naturales ratos que no estamos acostumbrados a tratar, y que se volverán más frecuentes y peligrosos conforme avance el cambio climático.
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