La relación de Apple con la inteligencia artificial no es, ni mucho menos, reciente. Muchos aún recordamos el asombro con el que asistimos a la presentación de Siri, allá por 2011, y cómo supuso el pistoletazo de salida para los asistentes digitales basados en esta tecnología. Apple se supo posicionar a la vanguardia, pero desde entonces, como ya hemos recordado en algunas ocasiones, tras el éxito inicial parece que se durmieron en los laureles.
Como movimiento para «desatascarse», en 2018, Apple apostó por centralizar todos sus esfuerzos de inteligencia artificial bajo la dirección de John Giannandrea, un veterano de Google fichado para liderar esta transformación. El objetivo era claro: integrar desde el desarrollo de Siri y la investigación fundamental hasta los proyectos de hardware relacionados con la IA, como el coche autónomo. Esta estrategia pretendía acelerar la innovación y reforzar el ecosistema de Apple frente a competidores como Amazon o Google, que avanzaban a gran velocidad.
Sin embargo, según información de Mark Gurman publicada en Bloomberg, la unificación no ha dado los frutos esperados. La empresa de Cupertino ha visto cómo sus rivales la superaban en ritmo y alcance. Mientras Google, Microsoft y OpenAI desplegaban soluciones de IA generativa cada vez más avanzadas, Apple se ha quedado estancada en desarrollos parciales, sin lograr lanzar un asistente virtual renovado ni competir en el terreno de los modelos de IA de propósito general.
Frente a este panorama, Apple ha decidido desmontar su estrategia de centralización. Los equipos de IA se redistribuyen ahora dentro de las estructuras clásicas de la compañía: Siri ha regresado al grupo de ingeniería de software dirigido por Craig Federighi, mientras que los proyectos de robótica han pasado a la división de hardware bajo John Ternus. John Giannandrea, por su parte, se centrará exclusivamente en supervisar la investigación de IA fundamental y el desarrollo de los modelos base que sustentan Apple Intelligence.
Los problemas de Apple Intelligence no han hecho más que acentuar la necesidad de esta reorganización. A pesar de haberse anunciado como el gran salto adelante en inteligencia artificial para los dispositivos de la marca, su despliegue ha sido errático. No todas las funciones prometidas llegaron con iOS 18, y la esperada renovación profunda de Siri sigue en fase de desarrollo interno, y no estará lista antes de 2026, una situación calificada como «fea y vergonzosa», un reconocimiento poco habitual en el discurso de Apple.
A estos retrasos se han sumado varios frentes legales. Apple enfrenta demandas colectivas en Estados Unidos y Canadá por presunta publicidad engañosa relacionada con las capacidades y la disponibilidad de Apple Intelligence, así como por preocupaciones sobre privacidad y errores de funcionamiento. En paralelo, competidores como Google integran su modelo Gemini en toda su gama de productos, Microsoft expande su asistente Copilot y Meta impulsa funciones de IA en sus dispositivos y plataformas sociales, aumentando la presión sobre Apple para no quedarse atrás.
El problema va más allá de la ejecución técnica. Apple ha empezado a perder su posición de liderazgo simbólico en el mundo de la tecnología. Mientras sus competidores apuestan por grandes modelos de lenguaje y ecosistemas de IA abiertos, Apple sigue centrada en una estrategia de integración limitada dentro de su ecosistema cerrado, sin lograr cambiar la percepción de que va a la zaga en el terreno que marcará el futuro.
El futuro inmediato plantea preguntas cruciales. ¿Será esta reestructuración suficiente para que Apple recupere el ritmo en la carrera de la inteligencia artificial? ¿O estamos asistiendo a los primeros síntomas de una necesidad más profunda de repensar su estrategia en IA desde la base?
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