La Switch 2 volverá a demostrar que Nintendo no necesita entrar en la guerra de los teraflops para hacerse con una porción importante del mercado de las consolas. En su lugar, volverá a apelar a la experiencia de uso propia de la casa, la que ya conocemos desde hace décadas, y que tantos éxitos ha llevado asociada. Ahora bien, que no entren en la parte hardcore de esa guerra, no significa que descuiden la parte técnica. Muy al contrario, es algo a lo que prestan bastante atención, y el SoC de esta nueva generación es una muestra clara de ello… ¿y de sus planes a medio plazo?
Según información compartida por Digital Foundry, Switch 2 utilizará en su modelo de lanzamiento un chip fabricado por Samsung con tecnología de 8 nanómetros. Se trata de un nodo algo veterano —especialmente en un mercado en el que ya operan chips de 5 y 4 nm—, pero no por ello irrelevante. Nintendo habría optado por este proceso por varias razones, siendo la económica una de las más evidentes: aprovechar una línea de producción menos demandada implica menores costes y mayor disponibilidad. Pero lo interesante está en lo que podría venir después.
La clave está en el concepto de «node shrink», o reducción de nodo de fabricación. Emplear un proceso como el de 8 nm en el modelo base deja abierta la posibilidad de, en el futuro, migrar ese mismo diseño a procesos más eficientes como el de 5 o incluso 4 nanómetros. ¿Qué ganaría Nintendo con eso? Bastante: mayor autonomía, menos calor generado, mejor rendimiento por vatio y la posibilidad de diseñar revisiones más ligeras o con nuevas funcionalidades, sin alterar la arquitectura general de la consola.
Uno de los puntos más comentados es la autonomía del modelo inicial, estimada en unas 2 horas en escenarios exigentes, y estaría por debajo incluso de la Switch original en su lanzamiento. Una reducción del nodo permitiría solventar este punto débil, abriendo la puerta a modelos portátiles como una hipotética Switch 2 Lite, donde la eficiencia energética sería crítica. También cabe esperar una futura versión con pantalla OLED —como ocurrió con la Switch original— que aproveche ese margen térmico adicional para introducir otras mejoras sin penalizar autonomía.
Este enfoque, de hecho, no es nuevo para Nintendo. La compañía tiene un largo historial de revisiones a mitad de ciclo: desde la Game Boy Advance SP a la New Nintendo 3DS, pasando por la propia Switch OLED. En todos los casos, se trató de optimizar el hardware base para ofrecer una experiencia más refinada, más eficiente, o mejor adaptada a un público específico. Lo que ahora cambia es que, al elegir de partida un nodo más grande, Nintendo parece estar planificando ese camino desde el inicio, como si ya tuviera dibujado su mapa de evolución técnica.
Personalmente, no lo veo como una renuncia, sino como una apuesta. Sí, el SoC de la Switch 2 no será lo más puntero del mercado. Pero tampoco lo fue el de la Switch original, ni el de la 3DS, ni el de la Wii. Y aun así, todas marcaron una época. Lo importante es que, en un par de años, cuando empiecen a llegar las revisiones, Nintendo podrá introducir mejoras sensibles sin comprometer compatibilidad ni romper el ecosistema. ¿Es un movimiento conservador? Tal vez. ¿Es inteligente? A mí me lo parece.
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